martes, 2 de septiembre de 2014

1.4 FACTOR ESPIRITUAL

Toda la humanidad está llamada a vivir espiritualmente. Esta es una necesidad imperiosa .El ser humano debe ser consciente y obrar adecuadamente para Vivir, para realizar su plena existencia humana, para separarse del rebaño, pues sólo así se inserta en el inmenso movimiento evolutivo de la Vida.
Es necesario que sepamos lo que realmente es la espiritualidad, porque una espiritualidad mal entendida nos extravía y resulta nefasta para la humanidad.
La espiritualidad consiste en ser conscientes y obrar adecuadamente en todas las situaciones que la Vida ofrece. Sólo de la auténtica espiritualidad renace la virtud, la verdadera virtud que no es cultivada por una mente dominada por el ego.
La espiritualidad no busca gozar o disfrutar el placer de determinadas experiencias, ni busca encontrar, desarrollar, cultivar o lograr nada, ni dentro ni fuera de uno mismo. Es cierto que la vida espiritual es la mayor aventura en la que una persona se puede embarcar y que supone un desarrollo integral, pero en el momento en que se desea alguna cosa, como alcanzar o experimentar algo, se pierde la esencia misma de la espiritualidad. Tampoco pueden existir reglas, leyes ni doctrinas morales o espirituales, pues lo que es adecuado en una situación puede ser inadecuado en otra y lo que es hoy verdad mañana puede faltar a ella. La espiritualidad “sólo” requiere ser conscientes, aquí y ahora, y obrar adecuadamente.

Todos estamos llamados a ser espirituales y a vivir la auténtica vida espiritual. La espiritualidad, con su aroma de delicadeza y de sensibilidad, se encuentra muy cerca de todos, en el vivir cotidiano y, para comenzar a vivirla, no se tiene que hacer otra cosa que... lo evidente.
Hablar de espiritualidad y su acompañamiento en la realidad de los adultos mayores pudiera parecer una cuestión restringida al campo de lo religioso, y por tanto, en la lógica actual, a una cuestión sólo personal. Sin embargo, si bien es cierto que es una cuestión personal e íntima; es también una cuestión de preocupación social, pues constituye un aspecto de tanta importancia del ser humano, como lo es lo es el bienestar física, la educación, la cultura, el trabajo, etc. Sobre la base de esta tesis, quiero desarrollar esta exposición, pues si bien experimentamos una apertura al tema espiritual y religioso por parte de la estructura estatal y de organización del mismo Estado, las comprensiones que se puedan hacer de ello pudieran ser equívocas: una simple moda que ya pasará, una cuestión de integrismos, cuestiones de “affaire político”, etc. De allí la necesidad de detenernos en una reflexión que busca fundamentar la existencia de lo espiritual en la misma identidad de lo humano. 

LA ESPIRITUALIDAD COMO NECESIDAD HUMANA
En salud comprendemos muy bien el concepto de necesidad. Sobre este término se establece el plan de atención integral al enfermo, los procesos terapéuticos que buscan reestablecer el bienestar físico, psíquico y social del que ha experimentado una alteración en estas armonías fundamentales. Es importante decir, que la comprensión del ser humano desde la atención en salud, ha experimentado un proceso de desarrollo con evoluciones e involuciones. En los principios de la disciplina médica, la atención del paciente el desarrollo de la técnica y farmacología estaban reducidos a procedimientos muy básicos, pero no con menos inteligencia. En la medida del creciente desarrollo del ars médica, todos los procesos terapéuticos fueron haciéndose complejos, hasta llegar a estos tiempos donde el gran desarrollo tecnológico está transformando incluso el modo clásico de hacer medicina. Pero todo el proceso de desarrollo de la ciencia médica, ha estado unido a otros procesos muy fundamentales en la cultura, y que son los de la comprensión misma del ser humano.
La comprensión antropológica ha sido clave, no sólo para el modo de la autocomprensión del hombre, su sociedad y el entorno; sino también desde ella, y muchas veces como lógica consecuencia, el desarrollo de las diversas disciplinas del conocimiento humano y la utilización de los recursos y los modos de convivencia entre los propios hombres y mujeres. Así, en los orígenes de la atención médica, la atención física de la persona, estaba íntimamente ligada a los procesos de sanación implicando lo divino, en sus más diversas comprensiones, pues lo espiritual formaba parte sustancial de la comprensión del ser humano. Así, está descrito en todas las civilizaciones antiguas, como en las clásicas culturas del medio oriente y en el desarrollo de la cultura grecolatina; como también en las diversas culturas amerindias.

LAS NECESIDADES ESPIRITUALES DEL ADULTO MAYOR
Antes de hablar del acompañamiento espiritual del adulto mayor, conviene realizar una pregunta previa y básica: ¿Existe la necesidad espiritual? La respuesta puede tener muchos matices según las diversas mirandas que podamos dar, de acuerdo a la concepción de persona que tengamos. Yo expongo una respuesta basada en una concepción antropológica que reconoce en el ser humano una dimensión corpóreo espiritual.
En la persona humana el espíritu constituye el centro de la interna coherencia de todas las facultades y potencias psíquicas, biológicas y sociales que posee. El espíritu constituye una unidad sustancial en su autocomprensión, pues la materia no lo explica todo ni le entrega sentido a todos sus actos, incluso al mismo acto de existir. La dimensión espiritual en definitiva, entrega el sentido final de todo: de la existencia. Abre a las categorías de lo que no es manipulable por el modo del hacer humano. Lo espiritual es contacto con lo que trasciende al propio hombre, pero que de muchas formas intuye, experimenta y anhela. La misma búsqueda de la perfección de sus sistemas sociales, políticos, orgánicos, dejan entrever el anhelo de una perfección que sobrepasa a sus mismas capacidades, en el anhelo de una perfección perdurable en el tiempo, de todo y de todos.
La dimensión espiritual del ser humano responde a esta condición fundamental de la misma estructura de su naturaleza, por ello que experimenta como necesidad esta dimensión; así como experimenta como la necesidad de respirar, el equilibrio hidroelectrolítico, el reposo y sueño, etc. Podemos afirmar que lo espiritual es una necesidad básica y fundamental en el ser humano.
Al intentar comprender los modos de las necesidades espirituales de la persona descubrimos que ellas se manifiestan y se expresan especialmente en situaciones donde la potencia de la misma naturaleza humana se experimenta frágil, débil y finita. Allí el ser humano experimenta con mayor radicalidad la necesidad de satisfacer ese “algo más” que lo sigue cautivando y que impulsa en una búsqueda que muchas veces no comprende, y que experimenta como una “cierta insaciedad” Estas situaciones dejan en evidencia la gran necesidad que implica lo espiritual: la necesidad de sentido de la vida y de la muerte. Y sobre esta necesidad fundamental que no puede ser saciada por la comprensión meramente técnica de la vida y de la muerte, se inscriben muchas otras necesidades que implican aspectos variables propios del temperamento psicológico de la persona: compañía, afecto, reconocimiento, consuelo, etc.
El adulto mayor posee una condición per se frágil. La condición de este período es un envejecimiento de todo el proceso biológico que implica el camino hacia la muerte natural. Con diversos eufemismos muchas veces ocultamos esta realidad, muy de acuerdo con un modo de cultura que rechaza el sufrimiento, el envejecimiento y la muerte. Aquí ya describimos una necesidad de verdad, tan necesaria para enfrentar el proceso de la vida con realidad.
La persona que envejece, adulto mayor, lo hace hoy en una realidad diversa a la de décadas anteriores. Y hoy, nos encontramos con adultos mayores, nacidos en un período muy diverso a este nuevo tiempo, y que viven este período de la vida en una realidad muy diversa a la que fueron formados. Esto genera un tipo de concepciones y aprehensiones propias. Es posible que en algunas décadas más, los adultos mayores experimenten otras situaciones. Sin embargo, existen algunas que serán constantes por ser parte de la misma condición humana.
Entre las principales situaciones que debe enfrentar el adulto mayor y que implican aspectos que atañen directamente a su espiritualidad podemos nombrar: la pérdida de la autoestima, el cambio del modo de vida familiar, la sensación de una vida prolongada y sin sentido, la pérdida de significados, la falta de encuentros gratuitos, la pérdida de las capacidades de fácil adaptación, la pérdida de seres queridos y referenciales, etc. Todas estas situaciones implican una situación espiritual, y con ello, un modo de enfrentarlas adecuadamente o no.
La necesidad espiritual implica el reconocimiento de una orientación y orden fundamental de sentido de la misma existencia. La espiritualidad realiza este gran aporte: entrega sentido al conjunto y, orienta las pequeñas situaciones y acontecimientos en una gran dinámica de vida, donde se pueden vivir todas las experiencias, gozosas y duras con un gran horizonte de sentido.

CLAVES PARA EL PROCESO DE ACOMPAÑAR ESPIRITUALMENTE AL ADULTO MAYOR
Según el clásico esquema de organización de la atención al paciente, las acciones se desarrollan en el marco de las necesidades descubiertas en la persona. El adulto mayor, sabemos bien, tiene una serie de necesidades biológicas, psíquicas, sociales, que deben ser satisfechas. Incluso el marco regulador del mismo Estado, está desarrollando los cauces legales y administrativos para ir en apoyo a estas satisfacciones. Pero eso no es todo. Victor Frankl, hace presente la gran problemática de estos nuevos tiempos: la pérdida del sentido de la existencia. Aquí radican muchas de las situaciones complejas de la vida actual, y que sin duda afectan también al adulto mayor. La recuperación del sentido existencial es una tarea que no queda saciada con la satisfacción de acciones sólo materiales. La satisfacción del sentido implica el descubrimiento en la persona de un “plus maior” (algo mayor) como totalmente necesario en el desarrollo de la persona.
El descubrimiento de la dimensión espiritual de la persona implica un mirar la misma existencia en la óptica de absolutos trascendentes. La satisfacción de la necesidad espiritual no se remedia sólo con establecer espacios para ello, sino que es necesario entregar en esos espacios, una verdadera dimensión espiritual que toca lo esencial de su vida, y no sólo aspectos más superficiales de la misma, por importantes que éstos sean. También esta óptica no se desvincula de acciones efectivas materiales que apoyan el desarrollo de la integridad de la vida corpóreo espiritual. 

CONSIDERACIONES FINALES
La dimensión espiritual de la vida plantea temáticas y desafíos de sentido absoluto. No es una simple formulación o una actividad más de las que se organizan al adulto mayor para su recreación. La espiritualidad conduce hacia la puerta de las grandes interrogantes humanas y plantea la apuesta fundamental por Dios. La espiritual posee un corazón esencialmente creyente. En ella se desarrolla el acto de construir la vida en referencia fundamental a Otro, sustancialmente distinto de nosotros; y a la vez, encarnadamente cercano. El desarrollo de la espiritualidad implica una apertura a lo trascendente.
Los variados cambios culturales que se están produciendo, tienen muchos orígenes en la insatisfacción del orden dado por los modos de organización social y humana que se desarrollaron. En estos modos, Dios, fue considerado “opio”, una cuestión de la moral práctica y personal, una idea intelectual, un producto muerto socialmente; o una cuestión reservada al intimismo de la persona. Actualmente asistimos a una construcción de lo social donde Dios sigue en el olvido; o por lo menos, debe quedar restringido a la esfera de lo particular, pues constituye un obstáculo para el total desarrollo de la libertad y la formulación de verdades particulares, negándose la universalidad de la verdad. Y sin embargo, el anhelo de sentido, de plenitud sigue en el corazón del ser humano. Y estas ansias se vuelven imperiosas en los momentos de límite de la vida y de su envejecimiento, cuando las puertas de lo finito, de la muerte se hacen más próximas.
Acompañar espiritualmente este tiempo, especialmente en el período de la tercera edad o ancianidad, implica a personas que tengan esta inquietud. No podemos ser transmisores de espiritualidad, si no andamos en la búsqueda del sentido absoluto. Entrar en la hondura del interrogante por el horizonte del sentido, por la necesidad de trascendencia, son exigencias para un verdadero acompañamiento espiritual, pues no podríamos hablar con otros de lo que no hemos experimentado como una vivencia existencial. No basta el conocimiento intelectual de tema. Esto ayuda, profundiza, pero no lo produce. Por ello, la principal característica del que apoya estos procesos, es el reconocimiento de sus propias búsquedas por la hondura y trascendencia de la vida, acompañando a otros a descubrir y caminar por lo fundamental del sentido de la vida, de la ancianidad, del sufrimiento y de la muerte.
El papa bueno, Juan XXIII, en su lecho de ancianidad y muerte expresaba: La vida es una peregrinación. Estamos hecho de cielo. Nos detenemos un poco aquí, en la tierra, y luego continuamos la senda. No debemos de temer. Es cierto, tenemos marcha hacia el cielo.

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